La rotura fibrilar es una de las lesiones más habituales en los deportes que hacen uso de la fuerza explosiva, debido a la contracción de las fibras musculares. Algunos de ellos son el atletismo, donde la rotura de gemelos es habitual, el baloncesto o el fútbol. No obstante, esta lesión consistente en la rotura de las fibras que conforman los músculos, se puede producir llevando a cabo cualquier tipo de actividad deportiva. Algunos estudios indican que la incidencia de las roturas en los atletas más veteranos ronda el 15%. Y es mayor en las modalidades deportivas más intensas, como por ejemplo en las carreras de velocidad.
Diferencias entre rotura fibrilar y desgarro muscular
La rotura es una lesión común en la actividad deportiva, pero no exclusiva; es decir, que también se puede tener una rotura de fibras tras realizar un esfuerzo excesivo cuando se suele tener una vida sedentaria. Por lo general, la rotura es consecuencia de una contracción brusca, una elongación muscular desmesurada o un gran esfuerzo puntual. Suele producirse en el tren inferior tras cambios bruscos de velocidad, y afecta mayoritariamente a los aductores, isquiotibiales, sóleo, gemelos y recto anterior del cuádriceps.
A veces también se habla de ellas como desgarro muscular, ya que fundamentalmente consiste en la ruptura de las fibras que configuran el músculo. No obstante, el desgarro es solo uno de los síntomas —quizá el más destacado— de la rotura fibrilar. En cualquier caso, la gravedad del problema dependerá del número de fibras que se rompan, que determinará el tiempo que necesitas para recuperarte. Este puede oscilar entre 8 y 10 días, cuando la lesión es leve, hasta más de 3 semanas si es grave.
Síntomas de una rotura fibrilar
Entra dentro de lo normal que este tipo de lesión se confunda con una contractura. De hecho, los especialistas afirman que cuando se trata de pequeñas roturas fibrilares puede llegar a ser complejo diferenciarlas.
Cuando la rotura es más significativa, sin embargo, se pueden identificar síntomas como desgarro, hematomas, dolor agudo, inflamación e, incluso, la incapacidad para continuar con la actividad. En cambio, cuando lo que se produce es una contractura, solo aparecen ligeras molestias en la zona afectada; aun así, no hay que perder de vista que la contractura puede ser un estadio previo a la rotura fibrilar.
Se puede reconocer una rotura de fibras con facilidad, pues sus síntomas no pasarán desapercibidos. El más habitual es notar lo mismo que si hubieras sufrido un impacto directo en la zona afectada, con un dolor intenso y repentino. Sin embargo, hay otros:
- La zona afectada mostrará un hematoma, provocado por la rotura de los vasos sanguíneos adyacentes a las fibras rotas. Este puede aparecer al cabo de unas horas o de unos días.
- Cuando es grave, se puede bloquear el movimiento debido a la contracción de los músculos contiguos.
- El dolor, que si es muy intenso puede provocar sudores fríos y mareos.
Rotura fibrilares más comunes
Este tipo de lesiones se pueden clasificar, en función de su gravedad, en tres grados:
- Rotura fibrilar de grado I. El número de fibras afectadas es muy escaso, y se produce tras una ligera distensión muscular. Las molestias que sufre el deportista son mínimas.
- Rotura parcial o de grado II. Aquí el número de fibras afectadas es mayor. Se puede apreciar un cierto grado de inmovilidad en la zona.
- Rotura total o de grado III. En esta situación se rompe el vientre muscular, o parte central. Para repararlo se puede necesitar cirugía. Provoca la incapacidad del atleta y produce deformación muscular.
Quién puede sufrir rotura fibrilar: factores de riesgo
Existen varias causas asociadas a la rotura de fibras musculares, y una de ellas es un traumatismo directo. Sin embargo, la más frecuente es hacer ejercicio sin un buen calentamiento previo o realizar movimientos muy bruscos que hagan que el músculo sufra. Otros factores de riesgo que pueden provocar una rotura son:
- Enfermedades metabólicas como, por ejemplo, la diabetes o la tiroiditis.
- Una hidratación o nutrición deficiente.
- El sedentarismo, que provoca debilidad del tejido muscular.
- Mala circulación venosa y arterial. Esto hace que los músculos no se oxigenen bien y se acumule ácido láctico. Como consecuencia, las fibras son más propensas a romperse.

¿Cómo evitar una rotura fibrilar?
Las roturas fibrilares aparecen, por lo general, en los músculos que más se utilizan. Es una lesión muy frecuente y que puede resultar incapacitante; de ahí que sea interesante saber cómo prevenirla. Si queremos proteger al máximo los músculos, sigue estos consejos:
- Trabaja la tonificación muscular. De este modo la musculatura estará más fuerte, preparada y protegida frente a diferentes tipos de lesiones. Una buena manera de hacerlo es gracias a los beneficios de la electroestimulación para trabajar la fuerza y la potencia.
- Calentamiento y estiramiento. Antes y después de una actividad deportiva debes relajar los músculos. Con el calentamiento preparas el cuerpo para el ejercicio, y con los estiramientos finales relajas el cuerpo y los músculos.
Tener un buen calentamiento y estiramiento después del ejercicio te ayudará a evitar futuras lesiones; en este post te explicamos algunas claves para evitar agujetas.
- Descanso. Es necesario tener una buena rutina deportiva, y en ella el descanso juega un papel clave. Su ausencia puede provocar lesiones o desgarros musculares a medio plazo.
- Entrena progresivamente. Se puede prevenir roturas fibrilares si no se fuerza el cuerpo. Para ello debes adaptar tu entrenamiento a tus características y capacidades. Aumenta la intensidad poco a poco.
- Nutrición. Para tener unos músculos sanos y fuertes debes tener una dieta saludable y rica en proteínas. Es fundamental que se añadan a la dieta legumbres, carnes y pescados ricos en omega 3, un componente esencial para el buen funcionamiento muscular. Tampoco podemos olvidar las frutas y verduras que te aporten vitaminas C y E: estas favorecen la recuperación de los músculos y ayudan a reducir la inflamación.
- Hidratación. La deshidratación muscular te predispone a un mayor riesgo de roturas fibrilares, así que debes beber agua en función de tus características fisiológicas.
- Material deportivo. Es importante que el material que escojamos para practicar deporte sea adecuado. Es fundamental el calzado, por ejemplo, pues evitará las sobrecargas innecesarias.
En suma, la forma más efectiva de prevenir las roturas musculares es realizar un calentamiento apropiado antes de realizar ejercicio, sea cual sea su naturaleza. Asimismo, es necesario que descansemos el tiempo suficiente, adaptemos la intensidad a las capacidades y que tengamos unos hábitos nutricionales adecuados.
Tratamiento para una rotura fibrilar
A pesar de que las lesiones musculares de este tipo no suelen dejar secuelas, siempre es importante tratarlas de un modo profesional. Sobre todo si quieres evitar posibles recaídas. Los siguientes aspectos son fundamentales para un buen tratamiento de la rotura fibrilar:
- Reposo. Esto quiere decir que se camine lo menos posible y que, por supuesto, se deje en stand by la práctica deportiva. La finalidad del reposo es evitar que se rompan más fibras y se agrave la lesión. Este período es corto, de 2 o 3 días, y se recomienda mantener la zona lesionada en posición elevada. Asimismo, se suele recomendar utilizar un vendaje compresivo que no inmovilice el músculo. El kinesiotape es perfecto, pues favorece el retorno venoso y el drenaje.
- Frío local. Al aplicar frío durante unos 15 minutos estarás calmando el dolor y reduciendo la inflamación. Utiliza bandas congeladas o hielo, pero nunca de forma directa sobre la piel: siempre con una tela entre ambos.
- AINES. Los antiinflamatorios no esteroideos más habituales son el naproxeno, ibuprofeno, paracetamol, Aspirina o desketoprofeno. Todos ellos calman el dolor y reducen la inflamación.
- Rehabilitación. Es importante que no se reanude el ejercicio hasta que no desaparezca por completo el dolor agudo. Posteriormente este debe ser progresivo, comenzando con suaves estiramientos varias veces al día y una actividad muy concreta, siempre supervisada. Durante esta fase no se debe forzar el músculo. También se recomienda aplicar calor local tras cada sesión.
- Electroestimulación. Esta terapia se ha mostrado muy eficaz para los casos de rotura fibrilar. A continuación, te explicamos más.

La electroestimulación en roturas musculares
La electroterapia es una técnica de fisioterapia que se puede utilizar para restaurar la función del tejido nervioso o muscular tras sufrir daños. Puedes utilizar los sistemas de electroestimulación EMS y TENS.
Son muchos los beneficios que esta práctica proporciona; no hay que olvidar su gran utilidad en las lesiones de rodilla, en el tratamiento de la epicondilitis o en el aumento de la fuerza. Pero, en el caso concreto de una rotura fibrilar, hay que tener presente que la electroestimulación ayuda a reparar la masa muscular.
¿Cómo puedes utilizar la electroterapia en una rotura fibrilar?
En primer lugar, se puede tratar el dolor para romper la denominada espiral infernal, que crea el círculo vicioso de contractura-dolor-contractura. Si es posible hay que evitar que aparezca un hematoma, y para ello lo mejor es potenciar su difusión y eliminación. Atraer a esa zona más sangre hará que se recojan los productos de desecho, y es algo que puede conseguirse con contracciones —siempre por debajo del umbral del dolor—. Asimismo, es necesaria una buena vascularización para regenerar el tejido y que este pueda cicatrizar. En ese aspecto la electroestimulación es un buen refuerzo. Además, contribuye a restaurar las cualidades mecánicas del músculo lesionado.
Como ves, una rotura fibrilar puede producirse por múltiples razones, y tanto en personas sedentarias que realizan un súbito esfuerzo excesivo como en deportistas. En la electroestimulación tienes un gran aliado para combatir este y otros tipos de lesiones. Si esta información te ha resultado útil, no dudes en suscribirte a nuestro blog para saber más.
Pregunta frecuentes sobre la rotura fibrilar
¿Qué tan grave es la rotura fibrilar?
La gravedad de una rotura fibrilar puede variar desde leve hasta grave, dependiendo de varios factores, incluyendo la extensión de la lesión, la ubicación, la edad y la salud general del individuo, así como la atención médica que se reciba. Aquí se describen diferentes grados de severidad:
- Grado I (leve): En esta etapa, las fibras musculares se estiran o se desgarran ligeramente. El dolor y la incomodidad generalmente son leves, y la persona puede continuar realizando actividades con ciertas limitaciones. La recuperación tiende a ser más rápida en comparación con lesiones más graves.
- Grado II (moderado): En una rotura fibrilar de grado II, más fibras musculares se ven afectadas. Esto generalmente provoca un dolor más intenso, inflamación y limitaciones significativas en la capacidad para realizar actividades. La recuperación lleva más tiempo y a menudo requiere reposo y fisioterapia.
- Grado III (grave): En casos graves, se produce una ruptura completa o casi completa de las fibras musculares. Los síntomas incluyen dolor intenso, hinchazón significativa y una pérdida significativa de la función muscular. Puede ser necesario un tratamiento más intensivo, como cirugía en algunos casos, y la recuperación puede llevar varios meses.
Es importante destacar que las roturas fibrilares no siempre se presentan en una de estas categorías exactamente, y la gravedad puede variar dentro de cada grado. Además, la ubicación de la lesión también puede influir en la gravedad y el pronóstico de la recuperación.
La atención médica adecuada es fundamental para evaluar y tratar una rotura fibrilar. Si tienes una lesión muscular y sospechas de una rotura fibrilar, es importante consultar a un médico o un especialista en lesiones deportivas. El tratamiento puede incluir reposo, aplicación de hielo, fisioterapia, medicamentos para el dolor y, en algunos casos, cirugía. Una evaluación adecuada puede ayudar a determinar la gravedad de la lesión y el mejor enfoque de tratamiento para una recuperación exitosa.
¿Qué es mejor para la rotura fibrilar el frío o calor?
La elección entre aplicar frío o calor en caso de un desgarro muscular depende del momento de la lesión y de la etapa de recuperación en la que te encuentres. En general, se utiliza el frío en las etapas iniciales después de la lesión y el calor en las etapas posteriores. Aquí te explico cuándo es más apropiado cada uno:
Aplicación de Frío:
- Etapa Aguda: En las primeras 48 horas después de un desgarro muscular, es recomendable aplicar frío para reducir la inflamación y aliviar el dolor. El frío ayuda a contraer los vasos sanguíneos y disminuye el flujo sanguíneo hacia la zona lesionada, lo que puede reducir la hinchazón y el sangrado interno.
- Hinchazón y Dolor: Si la lesión causa hinchazón significativa o dolor intenso, el frío puede ser particularmente beneficioso para aliviar estos síntomas. Puedes aplicar una compresa fría o hielo envuelto en un paño durante 15-20 minutos cada hora.
Aplicación de Calor:
- Etapa Subaguda y de Rehabilitación: Después de las primeras 48 horas y una vez que la hinchazón haya disminuido, puedes comenzar a utilizar calor. El calor ayuda a aumentar el flujo sanguíneo en la zona, lo que puede promover la curación y relajar los músculos tensos.
- Antes de la Rehabilitación: Aplicar calor antes de realizar ejercicios de estiramiento o rehabilitación puede ayudar a que los músculos estén más flexibles y relajados, lo que facilita la terapia física y la recuperación muscular.
- Calor Húmedo o Seco: Puedes aplicar calor en forma de compresas calientes, almohadillas térmicas o baños calientes. Asegúrate de no aplicar calor directamente en la piel demasiado caliente, ya que esto puede causar quemaduras.
Es importante recordar que estas recomendaciones generales pueden variar según la gravedad y la ubicación de la lesión, así que siempre es aconsejable consultar con un profesional de la salud o fisioterapeuta para obtener orientación específica sobre el tratamiento y la recuperación de tu desgarro muscular. También es fundamental seguir las pautas de rehabilitación adecuadas para garantizar una recuperación segura y efectiva.